top of page
Buscar

AMOR, DOLOR Y VICEVERSA

  • Foto del escritor: Nohemí Fernanda
    Nohemí Fernanda
  • 22 ago 2022
  • 18 Min. de lectura

There was just memories in a big storm - Adele.

ree

I

Ojalá me dures toda la vida.

—¿Vas a escribir algo sobre mí? – dijo mientras cerraba el block.

—No. Yo sólo escribo de cosas que ya no están, que no existen o que dejaron de ser. ¿Quieres que escriba de ti?

—Tal vez no. – se reía y se acomodaba el bóxer que acababa de ponerse.

—Me tardé 5 años en escribir ese texto, fue una relación de mierda…Nosotros no somos así, si terminamos, te voy a escribir algo bonito, un poema pedorro.

—Jajajaja tienes mucho talento, Caty. – me abrazó y sentí por un momento que el mundo se había detenido. Podía sentir el calor de su cuerpo junto al mío y decidí tomar una fotografía, no teníamos ropa, pero estábamos sonriendo. Creí ser feliz.

Quién diría que ese era el principio del final.

Nuestra relación no era común, nos conocíamos desde hace 4 años y éramos mejores amigos, nos contábamos todo, tenía novia, yo tenía novio (o algo así). Salíamos y bebíamos juntos, nos mirábamos con ganas de besarnos, pero creía que sólo eran imágenes en mi mente. Éramos amigos.

El mundo cambió y azotó una pandemia de un virus extraño que, hasta la fecha, sigo sin entender. Se oía por las calles que todo el mundo se volvería como un zombie, que estaban muriendo miles de personas en Europa y Asia. Se veía en las noticias que la gente se estaba encerrando en su casa, pero nosotros no. En México vivíamos la vida loca, por lo menos hasta marzo de 2020, entonces las cosas cambiaron y nosotros también. No fue una estrategia de control de masas, pendeja.

El confinamiento se volvió una realidad, la gente se estaba encerrando y los negocios ya no abrían. El caos se había vuelto una constante irremediable en la realidad, la gente empezó a morir, la enfermedad avanzaba y no se sabía cómo controlarla. Las familias se quedaban sin integrantes, otras aumentaban con el confinamiento. Un grupo de riquillos cantó “cielito lindo” a los dos días de estar encerrados y un grupo de actores cantaron “Imagine”, pero igual la gente estaba desapareciendo.

Yo no, yo en ese momento no sentía nada, ya no tenía novio, ya no tenía escuela, ni cosas por hacer. Me la pasaba haciendo ejercicio o leyendo, viendo películas y malgastando el día en actividades sin sentido para mantenerme ocupada. Hasta que un día ya no fue así, Rogelio y yo hablábamos diario y nos contábamos las formas en que se entretenía uno, ya fuera vomitando de pedo viendo un streaming de un concierto o una reseña de un libro o película finalizado.

Los meses empezaron a avanzar, la enfermedad no cedía y la vida se volvió sedentaria. La escuela volvió de forma virtual y las clases eran un tedio total. Estábamos en la universidad y la verdad no nos parecía nada excitante la idea de avanzar desde casa, pero era lo que había. Muchas veces veíamos películas al mismo tiempo durante clases para no dormir. Nos hicimos mucho más afín de lo que ya éramos, y él ya no tenía novia.

Ese año pasé el peor de los cumpleaños, me habían diagnosticado depresión, estaba medicada, mi papá había enviado una felicitación pasivo agresiva y por si fuera poco, me había dado una intoxicación y se había muerto el gato que había rescatado de la calle. Mi estabilidad emocional se había venido abajo, pero Rogelio estaba ahí. Rogelio estaba enviándome un regalo de cumpleaños. Rogelio iba a ir conmigo a recoger los restos de mi gato, ahora fallecido. Sentía la compañía de un amigo, de alguien por quien yo ya sentía algo más, pero no quería admitir.

Como era de esperarse en la era digital del COVID – 19, la falta de contacto empezó a sentirse cada vez más y la depresión en la que estaba sumido la mayoría del mundo, era una sintonía que estaba normalizada, pero al ser adultos jóvenes y sin responsabilidades, el intercambio de fotos “hot” empezó a hacerse el pan de cada día. Entre esas personas, caímos nosotros. Todo comenzó con un:

—¿Te gusta esta foto?

—Si, ¿qué te tomas, que no invitas?

—Hay que coger, ¿no?

—Que se arme.

Para finales de noviembre 2020, ya habíamos conseguido la dosis de contacto humano que necesitábamos, pero algo había sucedido. Algo que yo tenía que hablar con mis amigas y que todas llegamos a la misma conclusión.

—Güey cogimos y me abrazó, terminamos y me abrazó.

—¡¿NETA?! Pero se supone que no son nada ¿o sí?

—Hasta donde sé, sólo somos amigos. No te niego que me gusta, pero lo más extraño fue que al irnos, me dio un beso en la frente y me abrazó. No es normal. ¿Crees que signifique algo?

—Le gustas, nadie que no quiere algo y que sabe que es sólo algo de rato, te abraza y te besa después de coger. – repitieron todas mis conocidas al unísono en diferentes chats de WhatsApp.

No supe cómo reaccionar, pero honestamente era un alivio que no sólo yo estuviera imaginando algo o que creyera que significaba algo, así que decidí seguir siendo cariñosa y “trabajando la tierra” para saber si podía darse algo. Tal vez así dejaría de sentirme sola y tal vez esta vez si funcione con él. Tal vez sí funcione esta relación y tal vez, como somos amigos, funcione mejor, ya nos conocemos, ya sabemos las historias del otro, ya sabe cómo me lastimaron y yo a él. ¿Qué puede salir mal?

—¿Sabes qué me gusta? – recibí el mensaje mientras iba de camino a la Roma por tacos y a compra los regalos para el intercambio navideño.

— ¿El pene? – respondí.

—Jajajaja me gustas tú. – sentí como el estómago me llegaba a la boca, quería gritar, quería besarlo y no precisamente para coger, quería tomar su mano y decirle que llevaba meses sintiendo cosas por él.

—Tú me gustas más. – me limité a decir.

A partir de ese día las cosas cambiaron entre nosotros y comenzamos a vernos en mi casa todos los viernes, mi mamá sabía que era mi amigo, pero nos vio besarnos mientras veíamos Narnia. Las cosas empezaron a fluir de formas muy idílicas, nadie se hubiera imaginado lo que la vida nos tenía preparado para unas cuantas semanas más.

—Oye, ¿recuerdas que mi mamá se sentía mal el día que viniste? Acabo de venir al doctor y está grave, creo que es el bicho. Aún no le hacen la prueba, pero ya me duele la garganta y mi hermana tiene mucha gripa.

—¿Cómo están? ¿Crees que sí sea? A mí me duele un poco la garganta.

Sí, era COVID. Y sí nos dejamos de ver un mes. Todo ese mes me sentía culpable, él tuvo que dejar de ir a ensayar con su banda y sabía que significaba mucho para él. Afortunadamente en su familia nadie se contagió, pero él estaba encerrado en su cuarto todo el tiempo y yo tenía ataques de ansiedad seguido por no saber cómo estaba, dejó de responder y creí que lo había arruinado todo.

Mi familia salió adelante y con complicaciones, pudimos festejar la navidad y el año nuevo, simplemente agradeciendo que estábamos vivas y contándolo, pues no había sido nada sencillo. Rogelio también salió adelante, pero algo había cambiado y creí que su interés en mí también, pero no. Sólo yo le daba mucho peso a hablar por redes sociales y él no.

3 de febrero del 2021. Nos volvimos a ver y nos besamos, nos abrazamos y cogimos. Sabía que la situación no era la ideal, pero empezamos a ser novios el día que nos volvimos a ver después de haber estado enfermos y yo sentí que el mundo no podía ser más bello. Hasta que me mudé.

Encontré a mi vecino masturbándose en la azotea y nos fuimos a vivir otro lado. Rogelio nos ayudó con la mudanza y también se mudaron con nosotros las inseguridades, los miedos y toda la mierda que yo no había trabajado de mi relación pasada y que ahora me agobiaba. << ¿Y si me engaña, ¿Y si no funciona?, ¿Y si sólo está jugando conmigo?>>

Admito que todas las peleas de la primera parte de nuestra relación fueron mi culpa, yo tenía muchos miedos y me costaba mucho trabajo creer que por primera vez estaba teniendo algo bueno en mi vida. Una relación que no estaba llena de golpes, de alguien que se preocupaba por mí, que le agradaba a mi familia y que le gustaba convivir con nosotros. Tenía miedo de echarlo a perder, de que presentarle a mi familia fuera un error, de que llevarlo con nosotros fuera lo peor porque ya me había pasado.

—Quiero que conozcas mi casa y a mi mamá.

—No Rogelio, sí me da mucha pena.

—Te espero el sábado.

Y sí, las cosas no eran como yo pensé. Su cumpleaños y cada mes estaban llenos de detallitos. Que si la pulsera, que si el collar para los dos y yo lo llenaba de cartas, lo llenaba de todo lo que sentía por letras y por hojas llenas de cursilería. Hasta que un día empezaron las dudas << ¿Por qué no me da cartas?, ¿será que estoy sofocándolo?, ¿Será que no le gusta que suba fotos con él?, ¿será que estoy intenseando demasiado?>>

—No, Caty. Sólo yo no soy así como tú, yo no exploto de amor y yo no subo nada a Facebook, perdón.

Las cosas empezaron a cambiar, había cosas que no me gustaban. La falta de expresión fue una de ellas, pero yo lo conocí así, intentó cambiar y lo agradezco, pero no sentía que él quisiera, creía que se sentía obligado, pero tenía miedo de empujar demasiado. La verdad, las cosas que teníamos eran bonitas, para nuestros aniversarios nos esforzábamos en darnos cositas que sabíamos que al otro podían gustarle y siempre éramos nosotros, cada semana nos veíamos y cada semana había el día de dejar de esperar para sentirnos.

—Vamos a ir a Tepoztlán, me dejaron invitarte ¿quieres ir?

Encontré que había un condón gastado demás y la caja la habíamos comprado juntos, tenía que sobrar uno, pero no estaba. El cuento de que se había perdido y lo había tirado, pero en la noche el condón había aparecido de nuevo arrumbado en la mochila. Mi cabeza voló, venía de una relación llena de mentiras y de engaños, y dejé que todo eso entrara, la confianza se me rompió.

Estando en Tepoztlán, quisimos hablar, quisimos fingir que no pasaba nada. Lo terminé en el coche con mi familia ahí dentro. Me juró que nada había pasado, que fue una equivocación, una distracción, lloró y yo no me tenté el corazón, lo vi y sólo sentí que me estaban viendo la cara otra vez. Por una cosa o por otra volvimos a la semana, pero una vez esto pasado, las cosas empezaron a darse así, ir y venir cuando había problemas y sí, era yo la que huía terminaba y se arrepentía y volvía.

No quise arruinarlo, de verdad pasábamos cosas muy bellas juntos, nos gustaba jugar y nos reuníamos en familia para hacerlo juntos, nos gustaba conocer lugares y comer cosas nuevas, nos gustaba ver películas y pasar el tiempo juntos, nos amábamos y también había dejado de ser idílico, la pandemia estaba cediendo y con ello las cosas estaban volviendo a la normalidad. Menos mi mente, en mi mente éramos nosotros y yo anhelaba eso, ya no me importaba si volvíamos a la vida normal, daba igual, era feliz. Pero eso quería yo, había quienes con ansias esperaba volver a la cotidianidad que conocíamos, no la nueva.

—Voy a ir a ensayar con la banda, Caty. Te amo.

—Que te vaya bien con cuidado, te amo más.

—Oye ¿estás bien?

—Oye ¿no te pasó nada? ¿Estás bien?

— Perdón Caty, me paró el alcoholímetro. Es que ves que tomamos chelas en el ensayo y me prestaron el coche para regresarme, pero pues sí salí con un porcentaje de alcohol en la prueba, pero estoy bien.

—No mames. Qué mamadas, ¿te parece gracioso? No mames, pudo haber pasado algo más y te lo tomas como si fuera nada. No piensas en las consecuencias, no puedes ser tan pendejo como para tomarte todo a la ligera, piensa en tu familia, imagínate.

—Pero no pasó nada, deja de hacer pedo, ni mi madre se puso así.

Las cosas empezaron a cambiar y cuando Rogelio normalmente cedía en los conflictos, empezó a defenderse, yo intentaba justificar con mis traumas del pasado. Mi papá alcohólico y las veces que tuvimos accidentes por eso. Rogelio, empezó a salir y a volver a la cotidianidad, pero yo no podía. No teníamos dinero, me sentía sola y sentía que lo estaba perdiendo. Quería entrenar de nuevo, pero no quería ir sola.

—¿Quieres ir al gimnasio conmigo?

De alguna forma intenté recuperar el tiempo que pasábamos juntos, pero ese tiempo había acabado y ya me molestaba que saliera y que las cosas no fueran como antes, que no habláramos todo el tiempo y que yo fuera la que se quedaba en casa a ser miserable. Fui injusta, pero me había acostumbrado tanto al confinamiento y me gustaba lo que habíamos construido, que olvidé por completo cómo era vivir sin él en mi vida y con la libertad de salir y no sentir que ibas a morir.

—Si tú me dices de ir a un ensayo o al gimnasio contigo, yo voy a preferir hacer mis cosas.

Nunca tuvimos la mejor forma de comunicarnos y el cambio de realidad hizo que empezáramos a tener mil conflictos distintos porque él salía y a mí me molestaba, porque si se ponía pedo, porque no era conmigo, porque ya tenía una vida y yo no podía a veces siquiera levantarme de la cama.

—Oye Catín, tengo que hablar contigo. Mi banda va a tener una tocada el día… Pues el día de tu cumpleaños y no quiero faltar. Ves que se había pospuesto, pero reprogramaron y me jodieron, es el día de tu cumpleaños. Prometo que lo voy a compensar, pero no voy a faltar, es importante para mí.

—Diles que no, por favor, ya teníamos planes. Diles que no puedes, que es mi cumpleaños.

—Perdón, no puedo, no voy a faltar. Ve conmigo.

—Sabes que no me van a dejar ir hasta puto Toluca. Es mi cumpleaños, Rogelio. No te cuesta nada.

—Es importante para mí.

Tal vez para este momento piensen que fue mejor terminar porque no teníamos intereses en común, porque peleábamos hasta el cansancio y además ese día lo corrí de mi casa y le cerré la puerta en la cara. No lo hicimos, no terminamos y pasamos días previos a mi cumpleaños muy bellos, de hecho, la tocada no se hizo y pasamos días hermosos, pero las peleas no cesaban y yo cada vez me sentía peor.

Éramos dos en la relación, hasta que me percaté que ya no éramos sólo nosotros. Yo tenía depresión para finales de año, no me levantaba, comía y me dormía, no me bañaba, dejé de entrenar, dejé de hacer todo lo que me gustaba y me dedicaba a pelear con Rogelio.

—No entiendes?!!! Me intenté suicidar 3 veces y tú sólo me dices que no estoy sola, que puedo salir de esto.

—Estoy intentando apoyarte, pero ya no sé cómo, Caty.

—No me estás apoyando, me siento sola, me quiero morir y tú sólo te quedas ahí a ver cómo se me va la mierda de las manos.

Responsabilicé a todo el mundo por lo que sentía, por las ganas de morirme y la verdad no me daba cuenta de que mucho de eso, era el mayor esfuerzo que podían hacer por mí, no tenían que rescatarme, no tenían que sacarme de ahí, aunque fuera muchas veces lo que yo quería. Subí 20 kilos, mi autoestima estaba en el suelo, mis ganas de hacer algo con la vida, ya nada existía. Claro que no culpo a Rogelio, ni a nadie por no entender que estaba deprimida, insegura y hecha mierda, aunque eso puedo decirlo ahora, no en el momento. Pero cargué con la mierda de sentirme fea y de querer acabar con cada parte de mi cuerpo que no me gustaba y en realidad, eran todas.

La navidad y el año nuevo fueron los momentos más bonitos, nuestras familias se conocieron y nada en el mundo me hacía más ilusión que empezar a estar bien y además en febrero era nuestro aniversario, era momento de además de comprar los regalos navideños, planear el gran día de haber sobrevivido un año a todos los problemas.

Las cosas volvieron a dar un giro, el covid aumentó y también los compromisos y las tocadas con la banda.

—Tengo covid y creo que los demás también.

—No mames, te lo dije. Te dije que no fueras, las cosas están bien culeras ahorita y decidiste por tus huevos irte. Son las consecuencias de lo que decidiste. ¿Tu familia está bien?

—No tienes que culparme por las cosas que ya sé que hago mal, Catalina. Ya me siento de la chingada, para que vengas a decirme que la cagué.

—Perdóname.

Los tratos cambiaron y justo como el primer covid, dejó de aparecer y yo sentí miedo. Pero esta vez, aunque después de todas las cagadas, intenté arreglarlo, no pude y me rendí. Me fui el día de nuestro aniversario, me dio flores y un llavero con una foto del día que fuimos a Chapultepec. Mi día favorito de todos los que pasamos. Yo le di una caja con polaroids de nosotros, una lámpara que había hecho con mis manitas y una carta donde lo terminé. 3 de febrero de 2022.

II

Si la haces, la pagas.

Después de 2 semanas de rogarme que volviera. Yo estaba negada, necesitaba arreglarme y como no podía ni con mi vida, esperé a que la terapia empezara a surtir efecto. Empecé a sentirme mejor, salía con alguien, pero no era él y además no iba funcionar. Rogelio y yo no dejamos de hablar, pero debo admitir que nunca me fui, estaba y sólo era para hacer problemas con sus sentimientos y los míos. Me iba, pero en automático me arrepentía y decidía quedarme, aunque fuera para pelear.

Conforme hablaba en terapia de cómo había echado todo a perder, pero quería solucionarlo, me empecé a acercar con la intención de hacerlo bien, de entregar todo y de confiar. Lo hablamos y lo hablamos, empecé a comportarme diferente y empecé a cambiar mis enojos desmedidos, salí de la depresión, quise dejar de matarme, empecé a entrenar de nuevo y a comer mejor. Empecé a quererme, sólo me faltaba solucionar lo que más había roto.

Aparecía de sorpresa y luego planeaba citas tontas para conquistarlo, las cartitas volvieron, hasta que…

—Estoy más enamorada de ti que nunca, de verdad quiero hacerlo bien. En terapia he aprendido y he dejado ir las cosas que me hacen daño, pero de verdad quiero hacerlo bien contigo.

—Yo ya no me siento igual, Catín. Quiero volver contigo, pero no así, no quiero ir rápido.

—Pero yo te amo, se supone que dijiste que este era el momento para estar juntos porque no sabíamos cuando se iba a ir a la mierda, no seas tibio. Si queremos estar juntos, por qué hay que esperar, ya sabemos lo que está mal y te prometo que estoy cambiando. Yo quiero entregarme de todo por todo, quiero que funcione.

De alguna manera cedió, pero las cosas cambiaron. Los tratos, los detalles desaparecieron, nos prometíamos cada semana cosas que nunca pasaron.

—Roger, creo que si queremos que esto funcione, ambos debemos ir a terapia. Tal vez no juntos, pero sí en individual. Yo estoy cambiando, pero no me das la oportunidad de demostrarlo, estás a la defensiva y me atacas cuando no quiero hacerte daño. Quiero que esto sea un compromiso y yo de verdad me estoy entregando, pero si no quieres hacerlo, mejor lo dejamos aquí, está siendo muy desgastante pelear y pues siento que ni siquiera crees que pueda cambiar.

—Te lo prometo.

Las cosas no cambiaron, fue como nuestra relación al principio, pero los papeles se habían invertido. Él peleaba y le molestaba que yo estuviera tanto. Si quería pasar más tiempo juntos era asfixia y por más que me esforzaba en cambiar y en ir a terapia, muchas veces llegó a descalificar mis avances con “Ve y dile a tu psicólogo, para ver si lo que haces está bien”.

Me volví más insegura porque las personas nos damos cuenta cuando ya no es igual. Él comenzó a darle atención en redes sociales a más personas, reaccionaba y aparecía cuando menos lo esperaba, ya no había flores, ni detalles.

—La última vez que te los di, me terminaste. Para ti nada es suficiente, ni las cosas que hago de poder verte los sábados o de arreglar mis horarios. Nada te embona.

Y comencé a pensar que era mi problema, que estaba yendo muy rápido, que no estaba cambiando, que le daba atención a las redes sociales, que era yo. Hasta que los días y los meses pasaron y cada vez era más difícil la convivencia, claro que había momentos bonitos, pero ya sólo pensaba que salíamos y él podía fijarse en alguien más. Que ya no quería estar conmigo, que no importaba cuánto me esforzara, ya estaba arruinado.

—Me voy a ir a Grecia, mi primo me invitó y nos vamos a ir una semana.

—Me alegra muchísimo, te lo mereces y sé que es de las cosas que más te gustan. Sé que lo vas a disfrutar muchísimo, corazón.

Los días posteriores al aviso, se trataron de Rogelio haciendo sus mayores esfuerzos por salvar el semestre y poder irse con tranquilidad. Las tareas y trabajos finales se volvieron nuestro pan de cada día, entonces decidí que si hacía tareas para gente ajena podría ayudarlo, pero no me dejaba acercarme. Cuando pedía que nos viéramos no había tiempo y yo no entendía que “no todo se trata de mí”, también estaba ocupado haciendo sus cosas.

—Quiero ayudarte, ya hice las cosas que te faltaban de tal materia y puedo ayudarte con bibliografía. ¿Puedo ir a verte?

—¿A qué vienes? Ni siquiera voy a ponerte atención.

El desplazo se hacía notorio y no importaba que yo lo externara, yo tenía que entender que “no todo se trataba de mí”. Como sea me dediqué a planear los días antes de que se fuera, pero no podía consultárselo, porque estaba en casa de su tía y yo no entendía que no todo era yo. Antes de irse, planee un pequeño desayuno y pasar horas juntos, lo logramos y yo le escribí una carta, vi su cara al leerla y no sentí que le emocionara. Me agradeció y nos abrazamos, nos besamos, nos despedimos y yo lloré, lo iba a extrañar, pero yo ya sabía que algo estaba bastante muerto.

En el transcurso del viaje intenté contarle mis cosas, no recibía respuesta y tampoco me enteraba de lo que pasaba con él. Las 8 horas de diferencia no me impedían quedarme despierta hasta tarde para poder darle los buenos días. Hasta que un día tuve una crisis y decidí romper relaciones con mis amigos, lloré, quise contarle y recibí:

—Voy a ver la Champions, amor. Cuando regrese te contesto bien.

En terapia intentaba hablar de soluciones para que estas cosas dejaran de pasar, pero honestamente no dejaron de suceder y las peleas por comentarios, por ausencias, por darle me encanta a otras morras y por todo, empezaron a aparecer otra vez. Ya no me tragaba el enojo o intentaba solucionarlo de otra manera, me estaba doliendo y ya no me importaba fingir que no era así.

—¿Realmente me amas?

—No empieces, Caty. Sabes que te amo y que me haces feliz, sólo estoy cansado de discutir.

—Si, yo estoy cansada de que seas un imbécil.

—Mándame a la verga, entonces.

—¿Ya no te importa?

—No es eso, pero ya me mandaste a la mierda una vez, otra más no sería sorpresa.

Como la historia no podía ser monótona o Mercurio retrógrado decidió accionar o como quieras verlo, las cosas en mi casa se empezaron a poner difíciles, mi hermana despilfarrando el dinero y mi mamá peleando por no tener para cubrir la renta. Las cosas estallaban conmigo y no sabía a quién más recurrir que no fuera mi psicólogo o mi pareja.

Y tenía más cercano a Rogelio, que a mi psicólogo cada semana. Decidía contarle y me sentía cobijada cuando me respondía bonito y me apoyaba, me juraba que las cosas se iban a poner mejor, que él estaría conmigo, pero las cosas no cesaban, no bajan de intensidad. Tuve una situación complicada en casa y al otro día vería a Rogelio. Cuando llegué a su casa, me quebré frente a su mamá, frente a él y a todos. No pude parar, necesitaba desahogarme y aunque nadie me dijo nada, sentía que era un espacio seguro, un espacio donde nada podía faltar y podía sentirme cobijada.

—¿Qué necesidad tienes de llamar la atención? ¿Hasta dónde? Mi madre no tenía la necesidad de escuchar.

—Perdón, yo sé que no fue el espacio, pero me siento muy mal y no supe qué más hacer.

Las cosas pudieron ponerse peor y lo hicieron.

—Me prometiste ir a terapia y me dijiste que no tenías dinero, ahora vas a ir a tatuarte. Ya no te importan las promesas.

—Te lo prometí sólo para no perderte. Un culero que estudió 4 años no va a venir a saber más que yo, ni me va a solucionar la vida.

III

Ya la pagarás.

—¿Qué se supone que debe hacer una pareja si no es apoyarte cuando te sientes mal?

—No sé, me dijo que él no era el centro de mi mundo y que dejara de cargarle tanta cosa. No me invitó a una reunión familiar que tenía y me avisó un día antes, ni siquiera hemos podido hablar del todo. Pero siento que el panorama ya no pinta bien, va a terminar.

—¿Qué vas a hacer, Catalina? – dijo mi terapeuta

—No lo sé…

A las dos semanas de esa conversación, sucedió lo inevitable. Recordemos que “no todo se trata de mí”. Mis problemas llevaron al traste la paciencia de mi pareja y fue demasiado pedir que no me dejara sola por las noches, porque no tenía amigos, no sabía a quien recurrir, él también quería espacio. Yo estaba absorbiendo todo, cómo es posible que no sepa estar sola. Sí, las cosas en mi casa estaban de la mierda, pero no todo en el mundo era él.

Me terminó por mensaje y rogué que no me dejara, que podía hacerlo mejor, que pelearía menos, que recurriría a alguien más con mis problemas, que mejoraría, que dejaría de preocuparme por los likes en otras fotos, le prometí que trabajaríamos en más soluciones, que no se rindiera conmigo.

A la semana fui a verlo en persona, 3 de agosto, nuestro aniversario. Cogimos y yo pensé que no se iría, pero ya estaba hecho, estaba intentando resignarme, pero no se iba. Quería ser amigos, quería seguir hablando y por las noches ser cariñoso, pero luego ya se le olvidaba y pensaba que estaba mal seguir hablándonos con cariño. Ataques de ansiedad, encerrarme a llorar en el baño de la oficina. “Por favor, no te vayas, dijiste que me durarías toda la vida”.

—¿Ya no significa nada para ti?

—No te voy a responder, ya.

—¿Hay alguien más?

Ojalá no hubiera respondido, pero agradezco que lo hiciera.

—Estoy conociendo a alguien más.

—Pasaron dos semanas y ya se te olvidó todo lo nuestro. En dos putas semanas ya no me amas. ¿Ya no sientes nada por mí?

—No, ya no siento nada por ti. Te amo como puedo amar a cualquiera, pero no por eso quiere decir que tengamos una relación. Ya no la quiero. Y si me lo preguntas, para mí debió quedar en febrero, regresar estuvo demás. Me la pasé chido, tuve buenos momentos, pero ya estaba demás. Ya no me volví a sentir igual, no estaba enamorado.

—Me viste la cara por 4 meses, te entregué todo y te juré cambiar, lo hice y al final es mi culpa porque tú nunca te sentiste igual y te tardaste 4 meses en terminarme. Me usaste cuando intenté darte todo lo bueno y ahora me dices que nunca te sentiste bien. Lárgate, bloquéame y elimina mi número. Que sea el último favor que me haces.

—Perdóname por todo.

Se fue. Le escribí un poema pedorro. Y hoy – por fin – escribo sobre él, porque ya no existía y no existió de nuevo.

 
 
 

Comentarios


¿Necesitas decir algo?

Gatito garabato

Comenta aquí (:

dando corazón

© 2022 Nohemí Fernanda CDMX

bottom of page