Anhelo un concierto
- Nohemí Fernanda

- 2 abr 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 abr 2022
Nohemí Fernanda.
Este texto se encuentra en la antología "Antes de 2020" de Paulina Sánchez.

¿Sabes lo que se siente escuchar tu música favorita en vivo? ¿Poder sentir que eres uno mismo con la melodía y la voz de un cantante? ¿Bailar al compás y ritmo junto a una bola de desconocidos? Probablemente pienses que nunca podrás revivir el momento de ver a tu héroe musical en primera fila.
Un día te despiertas y sabes que es el indicado para dejar volar tu cabeza en la ropa que vas a elegir, tu playera con el escudo o lema de tu banda de rock favorita, un pantalón y chamarra de mezclilla o una camisa que combine con tus botas y sombrero. También podría ser un vestido negro o tu traje de corbata azul, que estuviste esperando estrenar para tu noche en Bellas Artes viendo el concierto de sinfónico al que vas a llevar a tu familia.
Decides salir con al menos una hora de anticipación, si es que no te quedaste durmiendo afuera del recinto para alcanzar el primer lugar y tener de frente lo que más has deseado en el mundo: El sueño de corear tu canción favorita tan cerca de su interprete original. Vas a llegar al lugar y sacas tu boleto, revisas mil veces que no sea falso, aunque tú mismo lo pagaste con varios billetes que ahorraste durante algunos meses.
Ya en la fila con tu acompañante discutes cuál sería la mejor lista de canciones, te imaginas si van a interpretar lo que tanto has esperado, pero te das cuenta que estás sudando tanto que las manos te escurren del sudor. Cuando vas sólo te imaginas miles de escenarios, el vocalista y los músicos te observan, sonríes, ¿Qué tal que subes al escenario? y ¿si no alcanzas lugar hasta enfrente?
Al abrirse las puertas vas a correr para ganar un lugar o te van a dirigir a tu asiento, subirás las escaleras y te asegurarás de que desde los asientos que compraste puedes ver bien el escenario. Corriste hasta topar con la barricada, te detienes con todas tus fuerzas y escuchas cómo se están empujando y jaloneando por conseguir un mejor lugar, pero tú eres el más feliz del universo y nada puede detenerte de ese éxtasis.
Empiezas a ver a tu alrededor, observas las luces, la estructura del lugar. Te das cuenta de que los músicos tienen ordenados sus lugares y desde donde estás puedes verlo todo, sus instrumentos, el micrófono, puedes ver un pedestal con las canciones, también está en el piso, donde pueden verlo todos los que se posarán en el escenario. Entonces empiezas a pensar con qué empezará el concierto, detrás y delante de ti, por todos lados se oyen gritos, la emoción embarga todo tu cuerpo y el de los demás.
Anuncian la primera llamada y sueltas un alarido de emoción, te acomodas y empiezas a ver como cada vez se llena más y más el lugar en donde estás. Por precaución ubicas las salidas, no sea que te ganen las ganas de ir al baño o se ponga violenta la cosa. Te quedas mirando un punto fijo y sientes cómo te empujan, iban a pasar a los asientos de a un lado o se estaban acomodando sus pertenencias de valor, pero parece que no miden su distancia.
Segunda llamada, toda la emoción empieza a subir por tus pies hasta tu cabeza, el sudor ya invadió toda tu frente, pero lo disimulas porque alguien podría estarte viendo en un evento tan importante y ¿Qué tal que lo graban? ¿Cómo vas a salir así? Te calmas y la gente a tu alrededor empieza a hacer la ola, esperas tu turno para alzar las manos, ahí viene, ¡Ahí viene!...
Tercera llamada, gritas y gritas como nunca, te desgarras las cuerdas vocales y sientes que flotas en donde estás parado. Te acomodas en tu lugar y se abre el telón, ves una pantalla con una escenografía de colores y de repente… Suena el chirrido de una guitarra eléctrica, las baquetas en el aire, el bajo hace estruendo y por último vez al vocalista salir detrás de todos. Te mueres en vida.
Estás en tu asiento y ves como los músicos se acomodan, sale el director de orquesta, el artista que estabas esperando, sale Mijares, sale Emmanuel, sale Avenged Sevenfold, sale Enjambre, sale Pepe de Seguimos Perdiendo, sale a quién sea que estabas esperando. Estás brincando, estás sonriendo, estás llorando y no sabes cómo contener tantas emociones, brincas, te ríes, coreas la canción, bailas o simplemente estás anonadado al filo de tu asiento.
Entonces reconoces la canción que sigue y la que sigue, se acercan hacia el lado donde estás y no puedes contenerte, estás volando, levitas. Estás grabando todos esos momentos en tu memoria y queda registrado cada detalle de lo que está pasando, cada nota, cada palabra que dicen, queda registrado lo feliz y emocionado que te hace estar presente en ese momento.
De repente te das cuenta que estás sólo y se ha acabado todo. Estás esperando que regresen, te encuentras deseando una melodía más, una más por favor y se cumple, regresan, tocan tu canción de canciones y en ese momento te sientes completo. Lleno de sudor, lleno de emoción, cansado de los golpes que recibiste, llorando por lo mucho que te transmitieron y entonces tienes que salir del lugar. Te dispones a hacer una fila larguísima para bajar por los escalones y notar el frío que corta tu cara porque se ha hecho de noche.
Caminas por las calles y vuelves a sonreír, te das cuenta de que nada te hará volver a donde estás y que es sólo un fragmento de felicidad que resguardarás hasta el final de tus días.




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