MUCHAS FAMILIAS DE TANTAS
- Nohemí Fernanda

- 14 jul
- 8 Min. de lectura

Relatos de la Asociación de Edificios con Traumas Anónimos - AETA.
ADVERTENCIA:
Las reuniones de la Asociación de Edificios con Traumas Anónimos (AETA), tiene lugar en la colonia “Santa Inés”, en la sección de Azcapotzalco se presenta en un terreno baldío por la calle 16 de septiembre. Todos los jueves una serie de edificios se reúne para contar las historias anónimas de sus habitantes, éstos no precisamente tenían que notar las reuniones, pues se llevan a cabo en la madruga.
En estas reuniones se habla de la vida interior de los inquilinos, si pagaban renta o no, si eran higiénicos, si cuidaban las instalaciones; pero también se contaba la vida cotidiana de los mismos, pues, así como los humanos, los edificios también deben ir a terapia.
Nos concentraremos en dos predios en específico Duraznos 17 y Alcanfores 85, pero se encuentran relatos de otros espacios puntualizados. Los inquilinos de estos dos edificios, los han dejado traumados. Las cosas que se contaban dentro de este grupo en específico, se recopilan en una serie de relatos que encontrarás más adelante, sin embargo, es necesaria una advertencia.
SÍ TÚ QUE ESTÁS LEYENDO ESTO, RECONOCES A ALGUNO DE LOS PERSONAJES, DEBES PROMETER EN VOZ ALTA QUE NO DIRÁS ABSOLUTAMENTE NINGUNA DE LAS INTIMIDADES AQUÍ CONTADAS, PUES LA "AETA" PUEDE BUSCARTE Y ENCONTRARTE POR ANDAR DE HOCICÓN.
RECUERDA: SON DE AZCAPOTZALCO Y POR AHÍ UNO DEBE ANDARSE CON CUIDADO.
(Los nombres, calles y números fueron cambiados por seguridad de los personajes (y mía).
DURAZNOS 17. Interior 33.
Un día Vanessa llegó de trabajar, se notaba extraña, como si hubiera visto un muerto. Vivía sola, nadie la acompañaba, no tenía amigos, era bastante solitaria. Su madre venía a verla de vez en vez, pero nada en especial. Vanessa era una joven bonita, nada en especial, pero tenía una chispa que llamaba la atención en todos lados, muy buena vibra.
Ese miércoles algo había cambiado en ella, al entrar notó una cucaracha gigante y pasó desapercibida para ella, aunque les tenía terror. Entró directamente a su cama y suspiró, exclamó en voz alta – estoy muy cansada – como si alguien, además de mis paredes, pudieran escucharla. No entendía mucho sobre las emociones, pero ese día supe que algo andaba mal con Vanessa, pues no se levantó por 3 días. Su celular vibraba y vibraba de las llamadas que recibía del trabajo, hasta que un día decidieron darla por desaparecida.
Don Rogelio escuchó a su hija Verónica decir que estaban buscando a Vanessa en la puerta, eran los del estudio socioeconómico, ellos tenían su dirección por el trabajo, pero al llamar a la puerta, nadie los atendió. Don Rogelio condujo a los agentes hasta la puerta de la calle, se quedó preocupado y prometió que si sabía algo de la chica les informaría de inmediato al número que dejaron en la tarjeta.
Esa misma tarde, emprendió una constante insistencia por recibir respuesta y entre sueños, Vanessa escuchó los ruidos de la entrada, decidió levantarse. Al abrir la puerta, Don Rogelio exclamó un grito, también parecía haber visto un muerto. Le dijo a Vanessa que la habían llamado de su trabajo, que unos agentes habían dejado su número y mostró la tarjeta. La chica sin más, lo invitó a pasar y el escenario que encontró fue el siguiente:
En la salita una lámpara tirada, polvo por todas partes, una silla de aluminio con 3 cucarachas en el asiento. El departamento estaba a oscuras y solamente entraba la luz que las cortinas permitían, a lo lejos en la cocina, más cucarachas, una parrilla con restos de comida en un sartén. Olía a podrido y a muerto. El cuarto de la chica estaba hecho un chiquero, las cobijas invadidas por el polvo y más insectos, basura por todas partes, gusanos de pelusa y lo peor, una mancha de sangre sobre el colchón desnudo, pero parecía seca.
Don Rogelio le preguntó a la joven si se encontraba bien y ésta respondió que estaba muy cansada. Lo invitó a tomar asiento, pero las cucarachas tenían invadido todo rastro de comodidad en ese pequeño hogar. Vanessa cayó al piso como un gusano y desde el suelo le sonrió al Don, que, muerto de miedo al ver sus ojos vacíos, le preguntó qué le había ocurrido. Tal vez fue alguien en la calle, de regreso del trabajo, todo se aunaba con la sangre y con las pocas ganas vitales de Vanessa, pero el hombre estaba muy equivocado. La chica le pidió agua y él fue a buscar un vaso, pero al no ver nada, decidió encender la luz.
Se escuchó un grito que hizo que todos los ecos retumbaran, el foco se fundió y Rogelio tembló, al voltearse, vio al gusano humano lloriquear en posición fetal. Se acercó a ella con un terror que le impedía respirar bien, sin embargo, lo logró. La mujer le susurró al oído – Ramiro dice que apagues la luz – Rogelio asustado azotó la puerta de la entrada, atravesó el patio trotando y subió a contarle todo a su esposa.
Cállate Rogelio, estás diciendo estupideces.
Te digo que no, Consuelo, te juro que Vanessa es un gusano endemoniado.
Consuelo decidió bajar y ver con sus propios ojos al gusano, pero no obtuvieron respuesta en la puerta. Entonces ambos decidieron llamar a don Melquiades, un curandero que vivía a unas calles de ahí para que ayudara a la joven y él accedió, pues al día siguiente, desde las 6 am, estaban llamando a la puerta de Vanessa.
Por eso de las 8:30 am, la puerta se abrió sola y encontraron a Vanessa en la misma posición en la que Rogelio la dejó la noche anterior. Melquiades se acercó y al tocar su hombro se echó para atrás y cayó de sentón unos metros atrás, cerca del quicio de la puerta.
Esa chica ya no es humana, se le pegó un muerto. – exclamó.
Melquiades tomó sus cosas sin darle explicaciones a nadie, miró a Consuelo y a Rogelio con una cara de muerto y les imploró que la cuidaran hasta el anochecer, pues él regresaría para arreglar el asunto.
Consuelo intentó mover a Vanessa a su colchón, le preguntó de dónde había salido la sangre, pero no obtuvo respuesta, sólo el movimiento de las cucarachas que se veían alteradas por sus nuevos inquilinos. Decidieron entonces que, si no podían con el enemigo, se unirían, hicieron la limpieza del departamento, sacaron por lo menos 5 bolsas con basura, comida podrida, 1 millón de cadáveres de cucarachas, polvo, polvo y polvo.
Al darse cuenta, había anochecido y Melquiades había vuelto.
Al ingresar al departamento, olía a Fabuloso morado, tenía un aspecto hasta brillante pues tenía vida, pero todo cambiaría en cuestión de minutos. Melquiades les pidió a Consuelo y a Rogelio que salieran del departamento, que cuidaran que nadie se acercara a pesar de los ruidos que escucharan y que sobre todas las cosas, no entraran al cuarto por ningún motivo.
Melquiades dio un portazo y se introdujo a la habitación con Vanessa-gusano. Le habló y le pidió que se sentara, ésta accedió. Al estar sentada frente a él, comenzó a reírse y de entre sus dientes se veían las antenas de una cucaracha que se había escabullido en sus labios, no la escupió, la tragó.
El curandero tragó saliva y la miró a los ojos vacíos, le preguntó su nombre, su edad y el por qué estaba ahí. A ninguna de sus preguntas, hubo respuesta. Entonces sacó de un maletín unas hierbas y las encendió, al verse una pequeña fogata, Vanessa empezó a retorcerse y cayó como gusano nuevamente, lloriqueó.
Volvió a preguntar - ¿quién eres? – y la voz masculina dentro de Vanessa respondió – Soy Ramiro –.
A Melquiades se le heló la sangre, las paredes temblaron, el techo se cimbró y se sintió un viento en el interior del cuarto. Se escuchan los rezos de Melquiades a lo lejos y Vanessa sollozaba, pedía que por favor parara. El hombre tomó fuerzas y se acercó a la mujer, la tomó de los hombros y empezó a tronar cada una de sus articulaciones. Se oían gritos por todas partes.
Melquiades terminó el ritual, aventó al gusano humano sobre el colchón y preguntó al aire de dónde venía la sangre. El gusano respondió – De aquí – mientras se tocaba el estómago y procedió a vomitar un coágulo de sangre que contenía dentro una cucaracha.
¿Por qué quieres que me vaya? Yo soy muy feliz aquí. La encontré en el metro, ella está sola, triste y no tiene a nadie y ahora, me tiene a mí. Estamos juntos todo el tiempo, desde que yo me aventé a las vías, nunca había visto a nadie que fuera tan parecido a mí. Sus sentimientos, sus ojos y su aura, emanan una infelicidad, que decidí quedarme con ella. – exclamó Ramiro desde dentro del cuerpo de Vanessa y procedió a llorar.
El curandero se quedó congelado, no entendía cómo es que, en 60 años de oficio, nunca había encontrado un muerto tan poderoso como Ramiro. No iba a entablar una conversación o preguntarle qué le había sucedido, porque eso es darles fuerza para quedarse en este mundo. Decidió darle una orden.
Tienes que irte a donde perteneces, ¿no ves lo que le estás haciendo a esta mujer?, dices que nunca te habías encontrado con nadie como tú y es que ella tampoco es como tú, ella está… ELLA ESTÁ VIVA. – dijo el curandero.
No por mucho. – dijo el gusano que volvió a recostarse en el colchón.
Melquiades miró con mucho recelo al cuerpo tumbado, entonces sacó un alumbre de su maletín y lo puso en la mancha de sangre del colchón, y por alguna razón, la piedra comenzó a teñirse de café oscuro. En ese momento, volvió a pedirle a Ramiro que se fuera, que no estaría solo, que entrara en la piedra y lo llevaría a un mundo donde estaría acompañado. Ramiro no respondía, Vanessa mucho menos.
El hombre volvió su cuerpo contra la pared y pegó su frente al muro frío. Al voltearse, encontró a Vanessa sonriendo enfrente de él.
¿Qué me darás si me voy? – le dijo Vanessa.
La seguridad de que estarás en un lugar mejor. – respondió Melquiades.
Nah, aquí ando bien. – dijo Vanessa y corrió al colchón y se azotó a él, olvidando que la piedra estaba ahí (o no) haciéndose una rajadura en la espalda baja y al sangrar, comenzó a reír. – ¿Ves? Ni siquiera le duele.
Melquiades tomó la piedra ensangrentada, salió del cuarto y comenzó a llorar, Consuelo y Rogelio, que estaban haciendo guardia en la puerta, se acercaron.
Está perdida. – dijo el curandero.
Tres días después, llegaron los de la SEMEFO al departamento 33, de mi interior. Encontraron el cuerpo de una joven de 28 años tumbada en el colchón, con heridas en la espalda baja y en el abdomen, a un lado de un carcho de vómito que contenía cucarachas medio vivas, llenas de sangre y bilis. Tomaron fotografías y luego la metieron a una bolsa negra, se la llevaron.
Melquiades volvió al departamento y le hizo una limpia, habló con Consuelo y con Rogelio, les advirtió los siguiente:
A veces es muy raro, pero la gente que está muy sola va cargando con las energías de necesitar compañía, solamente que no saben con quién pueden tratar en esa búsqueda. Vanessa tenía un muerto pegado, un muerto que murió muy solo por suicidio en las vías del metro y que conjunto a la energía de soledad, se quedó pegado a ella. Comía inmundicia y la llevó al límite, pues ella no tenía la fuerza, ni las ganas para volver a vivir. A esa gente hay que tenerle mucho ojo, pues pueden terminar muy mal, al menos darles los “buenos días o las buenas noches”, que sepan que hay gente a su alrededor. La policía me comentó que nadie la había buscado, ni siquiera en su trabajo. Pero te digo algo y óyeme bien… Hay que cuidarse mucho, porque de los vivos y los muertos, hay que temer por igual.




Alma
Me gusta mucho la idea de esta serie