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MUCHAS FAMILIAS DE TANTAS

  • Foto del escritor: Nohemí Fernanda
    Nohemí Fernanda
  • 31 jul
  • 6 Min. de lectura
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Relatos de la Asociación de Edificios con Traumas Anónimos - AETA.

ADVERTENCIA:

Las reuniones de la Asociación de Edificios con Traumas Anónimos (AETA), tiene lugar en la colonia “Santa Inés”, en la sección de Azcapotzalco se presenta en un terreno baldío por la calle 16 de septiembre. Todos los jueves una serie de edificios se reúne para contar las historias anónimas de sus habitantes, éstos no precisamente tenían que notar las reuniones, pues se llevan a cabo en la madrugada.
En estas reuniones se habla de la vida interior de los inquilinos, si pagaban renta o no, si eran higiénicos, si cuidaban las instalaciones; pero también se contaba la vida cotidiana de los mismos, pues, así como los humanos, los edificios también deben ir a terapia.

Nos concentraremos en dos predios en específico Duraznos 17 y Alcanfores 85, pero se encuentran relatos de otros espacios puntualizados. Los inquilinos de estos dos edificios, los han dejado traumados. Las cosas que se contaban dentro de este grupo en específico, se recopilan en una serie de relatos que encontrarás más adelante, sin embargo, es necesaria una advertencia.

SÍ TÚ QUE ESTÁS LEYENDO ESTO, RECONOCES A ALGUNO DE LOS PERSONAJES, DEBES PROMETER EN VOZ ALTA QUE NO DIRÁS ABSOLUTAMENTE NINGUNA DE LAS INTIMIDADES AQUÍ CONTADAS, PUES LA "AETA" PUEDE BUSCARTE Y ENCONTRARTE POR ANDAR DE HOCICÓN.
RECUERDA: SON DE AZCAPOTZALCO Y POR AHÍ UNO DEBE ANDARSE CON CUIDADO.
(Los nombres, calles y números fueron cambiados por seguridad de los personajes (y mía).


DURAZNOS 17. Interior 5.

Yo soy un predio con más de 100 años de antigüedad, en realidad no tengo muy bien en la mente cuántas familias han pasado por mi interior, cuántas veces han pateado mi puerta o roto mis ventanas. En mi interior hay 43 departamentos, en donde algunos hay fantasmas, en otros hay cucarachas. Pero la historia que hoy les cuento, habla del departamento 5. El departamento de doña Lucinda.

Doña Lucinda había vivido en mi interior desde que tenía 22 años y llegó con dos hijas, su marido estaba en el reclusorio, entonces la mandó a vivir con la suegra para que no se quedaran desamparadas en la calle, mientras él lograba cumplir su condena en el reclusorio.

Al principio nada le pareció extraordinario, pero poco a poco se fue dando cuenta, que ¡Bendita familia en la que se había metido!

Cuando Lucinda llegó era joven, estaba recién parida y estaba esperando a su tercer chamaco. Entró a un departamento de una recámara, una estancia pequeña, una cocina pequeña, un baño mediano y se dio cuenta de que no estaba cumpliendo sus sueños, pero al menos tenía dónde vivir con sus mocosos. Fue mal recibida, pues su suegra creía que ella no era buena para el negocio, que era débil y que no tenía mayor relevancia en la vida de su hijo, pero un día se casaron y ella ya estaba preñada. Antes de darse cuenta, ya estaban viviendo en su casa.

Doña Lupita, como todos le decían, vivía desde niña en el departamento 5 y se dedicaba al narcomenudeo. Su papá la había ingresado al emporio y le prometió que todo lo que él tenía se lo iba a heredar. Y claro, había dinero de por medio y el departamento, pero también había enemigos, rateros, gente que quería matarlo, la policía, los clientes y demás. Al morir su padre, Lupita tenía 15, su mamá ya no vivía, se cuenta que la mataron en una redada cuando ella tenía 6 años y realmente no tenía recuerdos de ella.

Lupita se enfrentó a ser la nueva matriarca y la jefa del negocio desde muy joven, tuvo que aprender a madrazos – literalmente – a ganarse el respeto de sus clientes, pues la veían como una niña, la de los proveedores, que la veían como un pedazo de carne del que podían aprovecharse. Hasta que un día tuvo que demostrar de lo que estaba hecha, dejó de ser cobarde y en una redada, sacó la ametralladora de su padre debajo del sillón y le disparó al jefe de sus proveedores. Desde ahí, todos respetaron a Lupita.

Lupita tuvo que ver a su hijo morir por una sobredosis de droga, Lupita tuvo que soportar perder a su marido en un intercambio de mercancía, Lupita era una mujer fuerte, que sólo le quedaba un hijo en el reclusorio y una nuera inútil con dos bebés que habían llegado a irrumpir en su casa. Era su espacio, su departamento, su emporio.

Lucinda se rehusaba a tener que participar en el negocio, tomar una pistola y dispararla, amenazar a los hombres; nada de esas cosas eran las que ella alguna vez pensó que viviría, ni ella, ni sus hijas, ni el hijo que estaba cargando en el vientre. Las circunstancias cambiaron más rápido que lo que canta un gallo.

Lupita salió un día, después de dos años de vivir con Lucinda en su casa, a recibir a uno de los proveedores y entonces, se oyeron estruendos en la puerta del edificio. Nadie salió, pues todos sabían a lo que la señora y jefa del edificio se dedicaba, nadie se cuestionaba, nadie salía y nadie decía nada. Tal vez ese día sí debieron salir y hacer algo, pues después de 1 hora de no volver, Lucinda se extrañó y salió al pasillo a ver qué sucedía. La sorpresa fue que encontró a su suegra tirada en el piso con una hoja en la frente en la que se leía:

“ESO TE PASA POR CREERTE MUY CHINGONA”.

El velorio se llevó a cabo sin complicaciones, el entierro también. Asistieron casi 350 personas a presentar sus respetos a la suegra de Lucinda y ella no sabía de dónde salía tanta gente. Que el primo del proveedor, que su ahijado de Guaymas, que el tío que le quitó la flor de la juventud; todo el mundo quería a esa pinche vieja amargada, menos Lucinda y ella era la anfitriona, la que recibía el pésame, que recibía los buenos deseos y la mejor de las suertes con el negocio.

Y fue hasta ese momento que ella cayó en cuenta que a su marido le faltaban 12 años en la cárcel y que alguien debía hacerse cargo del negocio y no quería ser ella. Y cuando creyó que su suplicio había terminado por esa noche, ya todos se estaban yendo, borrachos, drogados o en el estado en el que estuvieran, pero se iban. Un señor moreno, de tamaño prominente y de presencia imponente, le dijo:

­¿Entonces tú te vas a quedar con el bisné? Eres la nuera ¿no?

Lucinda asintió asustada y no dijo nada.

Vete preparando, la mercancía nueva llega el martes y hoy es domingo. Van a ser como 35 de todo y lo tienes que mover en el resto del mes, ¿estamos?

Lucinda sólo pudo asentir y cuando se dio cuenta, el hombre ya no estaba en el departamento.

Era lunes a primera hora cuando se apareció en el reclusorio con un cuaderno y una pluma. Su marido le dio todas las instrucciones y se dio cuenta de que más de la mitad de las cosas y personas, sabía hacerlas o las conocía. Lo único que no sabía, era disparar una pistola, pero supuso que no sería necesario.

Hasta que 3 días después le llamaron por teléfono para decirle que habían encontrado a su marido muerto en su celda. Lucinda sintió que algo se le quebró y la sangre se le heló de por vida. Tenía 3 hijos que mantener, un negocio que no conocía y ganarse el respeto de la gente que tanto la despreciaba por culpa de su suegra.

PUTA MADRE, pensó. Y de ahí en adelante, no dejó de pensarlo.

Lucinda disparó su primera pistola en contra de su hijo, cuando lo encontró esnifando la piedra que había preparado para Melquiades y que entregaría en el aeropuerto al día siguiente. Lucinda, aprendió que negocios eran negocios, incluso antes que la familia, aunque por ellos hubiera comenzado. Lucinda envejeció y hoy puedes encontrarla por las calles de la colonia con su bolsa de malla, comprando el mandado. La puedes encontrar por las calles comiendo galletas o echando chisme con las señoras de la colonia.

Lucinda puede pasar desapercibida, parecería que es tu abuela o la de cualquiera, pero cuando te adentras en Duraznos 17 y te das cuenta de la entrada y salida de gente, puedes notar que son – efectivamente – clientes de Lucinda y que todos van a comprarle mota, piedra, perico y tachas a la abuelita del edificio.

 
 
 

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