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CON AMOR, ALGUIEN LES ENVIÓ ESTO.

  • Foto del escritor: Nohemí Fernanda
    Nohemí Fernanda
  • 2 abr 2022
  • 12 Min. de lectura

Actualizado: 11 abr 2022

Nohemí Fernanda

Para Lilia y Enrique.


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Lizy.


Al llegar, sólo me preguntó:

­—Y bueno, ¿Cuál es tu historia?

Yo no sabía cómo responder eso. En primer lugar, no sabía dónde estaba, en segundo, a ti no te importa y tercero, ¿Y quién tú eres?

—Si no me cuentas, no te puedo dejar pasar. – insistió el hombre.

¿Me escuchó? ¿Habré pensado en voz alta?

—No, no pensaste en voz alta, sólo que aquí no se pueden callar los pensamientos. – agregó.

Está bieeeeeen, lo haré, lo haré.

El hombre tomó mi cara entre sus manos y entonces cerró los ojos, en ese momento empecé a recordar.

I

Mi primera memoria fue al nacer, no vi nada, pero escuché a alguien decir que era la única rubia de la familia, que al parecer todos mis hermanos eran morenos y con pecas, excepto yo. Tenía el color del Sol. Sentí como me limpiaban y me dejaban reposar cerca de algo que me daba mucho calor. Era mi mamá.

Cuando me acerqué a ella, supe que ahí era donde debía estar, era mi hogar, estaba segura. Entonces escuché unas voces pequeñas que también buscaban a mamá, supuse que esos eran mis hermanos, pero aún no podía verlos. Me dediqué a estar cerca del calor de mi mamá y cuando sentía hambre, ella emanaba un líquido calientito que me saciaba el gruñir de mis tripitas.

Supongo que el tiempo fue pasando porque en algún momento desperté y pude verlo todo. Vi a mis hermanos y efectivamente, todos eran morenos, yo era la más pequeña y me miraban extraño por ser rubia, pero no importaba. Mamá nos quería a todos por igual y nos alimentaba, nos enseñó a dar nuestros primeros pasos y a expresarnos de mejor forma.

En esos días aprendí a ir al baño, a tomar agua, a comer una comida más sólida y pastosa que la que nos daba mi mamá y empecé a sentir el piso, la tierra, el agua, el frío y sobre todo el amor por mis hermanos y mi mami. Pero un día todo eso terminó.

II

Unos días después de que mamá nos enseñó cómo comportarnos y una serie de modales, desperté en otra casa. Me arropaban y me compraban una comida muy diferente a la que yo comía, me hablaban por un nombre distinto al que me había puesto mi mamá. Yo era Mary y ahora era Pelusa. Extrañaba a mamá, su calor y su olor, entonces decidí ponerme rebelde con estas personas.

Cada vez que ellos se iban, yo sacaba la basura de los botes, me hacía del baño en las esquinas, sacaba toda la comida del plato y sobre todo me gustaba ponerme a gritar en los momentos más inadecuados. Mis actos empezaron a surtir efecto, sabía que tarde o temprano volvería con mi mami y podría ser feliz con ella.

Pero no fue así, los primeros días, estas personas se dedicaron a recoger mi desastre, después tomaban un periódico hecho rollito y me daban con él en mis pompas. Cada vez que yo hacía algo para volver a casa, ellos escalaban en hacerme sentir más dolor, pero, ¿por qué no entendían que yo sólo extrañaba a mi mamá?

Pasaron los días, los meses, hablaron de tal vez un año, y tantos ellos como yo nos empeñamos en saber quién podía hacer sufrir más al otro, si yo con mis travesuras o ellos con sus castigos, pero entonces un día todo eso cambió. Un día me pusieron un collar y una correa, me subieron a su auto y yo estaba muy muy emocionada porque creí que me devolverían a la casa con mamá, pero no fue así.

Llegamos a una avenida concurrida, escuchaba el pasar de los coches, era uno tras otro y los cláxones de los camiones, entonces me metieron a un costal y me dejaron en la orilla de la avenida. Cuando logré salir de aquella trampa para reclamar esa clase de bajeza de castigo, me di cuenta de que ya no había nadie. No supe bien qué hacer, caminé hacia adelante pero no estaban ahí, regresé al costal y tampoco estaban ahí, empecé a sentir una sensación de nervios y mi corazón latía muy fuerte, era miedo.

III

Desperté con algo indescriptible, no podía mover mis piernas, no podía moverme, sentía un tubo cruzar por mi boca hasta mi garganta, intentaba hacer ruidos y no podía. Escuché un zumbido y entonces entró un hombre, me miró y me sonrió.

—Vas a estar bien, preciosa. – fue lo último que escuché antes de quedarme dormida nuevamente.

Al despertar me vi en una jaula de metal, hacía mucho frío, entraron dos personas y un niño, el hombre que había visto antes me miró y dijo:

—A ella la rescatamos de la carretera, la encontramos medio moribunda porque la habían arrollado, no puede mover bien la cadera y tuvimos muchas complicaciones con la cirugía, no sabemos si puede volver a caminar. Es noble, pero la verdad tiene un carácter fuerte, cada vez que intentamos tocarla, intenta mordernos o se enoja muchísimo. Yo creo que no es recomendable para el tipo de familia que van a tener – dijo el hombre que decía ser doctor.

Pero entonces el miembro más pequeño de la familia se me acercó y me miró a los ojos y se puso a patear el suelo hasta que me sacaron de la jaula y me inyectaron unas cosas, me dieron pastillas y yo a penas y podía caminar, pero me fui con ellos.

Llegamos a su casa y me dejaron descansar en una camita calientita, sentía que no debía tener miedo, pero algo en mí me hacía estar alerta todo el tiempo. Pasé la noche y con un ojo cerrado y otro abierto, pero logré descansar un poco.

Los días pasaron y me di cuenta que estas personas eran aún más extrañas que las que me habían dejado en la carretera. El más pequeño me daba mucho amor, pero también hacía que me doliera mucho la cadera, cada vez que me provocaba dolor, gruñía y los papás del engendro me golpeaban.

Un día el papá del mocoso llegó tambaleándose y yo le grité, pero no me hizo caso. La mujer del borracho bajó la escalera, escuché que se gritaban, pero la verdad es que sólo intenté dormir, en ese momento recordé al mocoso y subí lentamente las escaleras para cerciorarme si estaba bien. Al casi llegar a su cuarto, vi a los padres aventarse una lámpara y al hombre encima de la mujer dándole golpes como los que me daban a mí con el periódico, sólo que esta vez él tenía la mano cerrada en la cara de la mujer.

Corrí a ver al niño y éste lloraba, me quedé acostada con él hasta que se durmió.

Al otro día desperté y no había nadie en casa, las cosas del niño habían desaparecido, las de la madre y ella también se esfumaron. El hombre estaba tendido en la cama boca abajo y roncaba. Yo no entendía nada, pero me quedé recostada a unos metros del hombre para ver si cuando despertara, podría darme de comer o explicarme qué había sucedido.

Los días pasaron y el hombre llegaba borracho, me golpeaba como a su esposa, me pateaba y me dejaba en el patio sin comida. Yo lloraba, gritaba, pero si me ponía atención sólo era para reprenderme y dejarme muy dolorida, sino sólo me ignoraba. Un día el hombre no volvió y yo me quedé afuera en el patio esperando a que vinieran por mí, pero nadie venía. Otra vez me habían abandonado.

IV

Después de unos días unas personas irrumpieron en la casa y se dieron cuenta que estaba muy delgada, sucia y que no podía mover mis piernas, se quejaban de que no dejaba de llorar, entonces me devolvieron al hospital donde me curaron la primera vez. Al salir, no me llevaron a una jaula como la anterior, me trasladaron a otro lugar en donde pasé meses sin ver a un alma que se interesara en mí.

Vivía de mal humor, pero tenía comida y podía dormir sin que nadie me molestara. En la jaula de un lado tenía una amiga llamada Chispa, era muy inquieta y por eso nadie la quería, se llevaban a otros mocos, pero a nosotras nadie nos quería. Que yo era muy huraña y ella muy latosa.

Los meses pasaron y me di cuenta de que cada vez que intentaban tocarme por la cadera para darme mimos, yo reaccionaba mal, como si fueran a golpearme, sentía que, si se me acercaban demasiado, podrían golpearme y no. Yo no volvería a dejar que me hicieran lo que el hombre borracho me hizo a mí.

Los doctores decían que era muy bonita, pero con un carácter de la chingada, pero no me importaba, a veces me gustaba que me dieran cariño pero que no se sobrepasaran. Ya nadie tenía esperanzas conmigo, pero uno de los chicos del lugar siempre me decía que alguien notaría lo bella que era y me darían el amor y el hogar que siempre me había merecido. Y sucedió un tiempo después.

V

Un día como cualquiera, un día más de adopciones, yo no hacía más que poner mi hermosa cara para ver si alguien me notaba. No esperaba que sucediera nada en especial, en realidad sería como un día más. El vaivén de gente era a veces un poco agotador, pero no hacíamos nada más que ser adorables.

Fue ese día cuando mi perspectiva cambió, por alguna razón tenía el presentimiento de que algo cambiaría cuando vi entrar a tres personas al cuarto. No tenían nada especial, en realidad, eran personas demasiado normales, pero algo llamó mi atención. Aún no logro definir con detenimiento lo que era, pero sabía que había algo diferente en ellos.

Se quedaron mirándome a mí y a Chispa, mientras el joven sabiondo les explicaba nuestros temperamentos, nuestras historias de rescate y cómo nadie nos quería por estar un poco grandes o por el temperamento o por algún otro pretexto que sirviera para ser rechazadas. La familia me miró y yo los observé a ellos. Dos hombres adultos y una mujer.

Normalmente aquí venían o parejas, familias numerosas o con niños. No dudo de las buenas intenciones de todos, pero ellos me parecían peculiares y distintos a la mayoría de los que pisaban este lugar para encontrar un compañero. Dijeron que lo pensarían y se fueron. Sentí un vuelco en el corazón, creí que hoy sería diferente.

VI

Chispa hablaba mucho sobre sus historias de vida, yo en realidad sólo la escuchaba y esperaba a que le diera sueño o hambre o ganas de pasear para tener un rato de relajación a solas. Estaba tranquila y descansando, cuando el joven experto en compañeros de humanos, se acercó a Chispa y la sacó de su espacio. Le explicó que había una familia que quería conocerla más y que probablemente se la llevarían.

Yo me quedé pensando en lo importante que sería que se llevaran a alguien como mi vecina, inquieta, un perico en perro, hiperactiva. Al final era una buena compañera, además de una buena compañía después del tiempo que habíamos pasado juntas. Justo estaba terminando de pensar en tonterías nostálgicas, cuando el mismo chico volvió por mí y regresó a Chispa.

No estaba emocionada hasta que vi a la familia peculiar, habían regresado los tres y sentí una especie de nudo en el estómago, ¿realmente habían fijado sus propuestas en mí? Me volvieron a presentar ante sus ojos y yo sólo me quedé atónita, sorprendida, pero hasta cierto punto tal vez, no sé, tal vez mi presentimiento era real. La familia se acercó a mí, me dieron mimos y me hablaban bonito, algo en mí cambió en el momento y sentí un calor, una armonía que nunca había sentido y entonces salieron.

Me dejaron en el cuarto de adopciones y yo entré en un pánico total. No sé qué es lo que iba a suceder, pero, ¡ALGO ESTABA PASANDO POR PRIMERA VEZ!

Unos ratos después volvieron, estaban muy contentos y la mujer me dio un abrazo, me dijeron que me iría con ellos y que tendrían contacto para saber si estaba bien. Yo seguía sin creer que esto era real. Me estaban eligiendo a mí, a mí aún con todos los problemas descritos y me emocioné, sabía que esta vez sería diferente.

VII

Cuando llegamos a su hogar, mi nuevo hogar, sentí una sensación abrumadora. Era una casa pequeña, pero lucía acogedora. Tenían mucha emoción por recibirme, sobre todo la mujer y su hijo. Yo pensé que el hombre mayor no estaba del todo convencido o que de alguna manera sólo había cedido a la decisión, pero en realidad no fue grosero.

Me senté a analizar sus caras y a guardarlas en mi memoria. Por primera vez tenía una familia.

Me mostraron mi casa, mi espacio, me adapté bien a la cama que me dieron y al trato que me daban, era agradable estar con ellos, pero, ¿Se puede entregar toda tu confianza de tajo? Había veces en que debo confesar que me daba miedo en que me tocaran. No porque fueran malos, sino porque ¿Y si intentaban lastimarme como mis familias anteriores?

No podía bajar la guardia del todo, honestamente, a veces sólo gruñía o les hacía ver que podía ser ruda con ellos si creían que era muy adorable, pero la verdad es que nunca se lo tomaron a mal. Sabían por lo que había pasado y lo entendían, me daban mi espacio y me dejaban disfrutar de su compañía. Normalmente estaba en el patio y observaba lo que hacían, me distraía de vez en cuando con alguna botella vacía o molestando a algún pájaro, la verdad las opciones de juego eran bastante abiertas y no me sentía abrumada.

Odiaba a las visitas, no les tenía la confianza de que se acercaran a mi nueva familia y mucho menos a mí. Sabía que tenía que poner fuerza y un límite, sí, puedo ser adorable, peroooooo cuidadito.

VIII

El tiempo iba pasando y cada vez me sentía más a gusto con mi familia. Mi papá era mi persona favorita en realidad, me di cuenta que debajo de la máscara de seriedad había un hombre cariñoso, a veces siento que nos parecemos mucho. Mi mamá es la más preciosa del mundo, siempre tiene una sonrisa, un abrazo o un beso para mí. Me consentían demasiado y yo lo sabía, me gustaba ser el centro de atención, yo era la princesa y era su mayor amor.

Conforme pasaron los tiempos, en realidad ni siquiera noté que haya sido demasiado, yo ya dormía adentro de la casa. Mis papás compartían su cama conmigo y además me abrazaban cuando tenía miedo. Me dejaban ver la tele, me permitían estar en donde yo quisiera. En el cuarto de mi hermano escuchándolo hablar y escribir. Con mi mamá en la cocina viendo lo que hacía o persiguiendo a mi papá para que me diera una sonrisa.

Si, todos tenían un trabajo o una vida, a veces me dejaban sola y era mi momento de paz. De vez en vez salía a gruñirle a alguien por acercarse a la casa, podía quedarme dormida hasta muy tarde, podía comer y no hacer nada, sin molestia alguna. Pero los extrañaba, era bonito tenerlos cerca, olerlos, saber que estaban conmigo y mis momentos más felices era cuando todos volvían y estábamos reunidos.

La verdad no sé qué pasó, pero de repente, todos estaban en casa. Yo era el ser más feliz en la Tierra, primero papá se quedaba conmigo todo el día, después se unió mi hermano y por último mi mami. Estábamos todos muy unidos y yo me sentía extremadamente querida, nunca volví a sentir miedo, nunca volví a tener que hacerme la fuerte. Estaba en donde pertenecía.

IX

Un día desperté y sentí que algo iba mal en mí. Me dolía la pancita, me dolía la cabeza, a veces hasta caminar se hacía difícil. Mi familia me llevaba al doctor a revisiones, me daban medicamentos y mejoraba, pero al poco tiempo, había otras molestias.

Veía a mi mamá y papá preocupados por mí, pero yo siempre di mi mejor cara, sabía que hacían todo por mí y todo por lo que yo tuviera fuera lo mejor.

Debo confesar que odiaba ir al doctor, ¿qué es eso del termómetro en la cola? Uno necesita privacidad y respeto por su espacio personal. Pero en fin, sólo era un rato y ya podía volver a casa. Mis papás me observaban y todos sabíamos que algo iba mal, pero nadie lo mencionaba.

Un día había sangre, al otro momento ya no tenía un diente, al otro día ya no alcanzaba a llegar al baño. Estaba envejeciendo y crecí al igual que ellos. Todos sabíamos que tal vez sería momento… No, yo era fuerte y podía quedarme un poco más. Éramos una familia muy bonita, siempre estaban llenos de amor para dar, no sólo a mí, sino a todos. Pero siempre fueron especiales, yo lo supe desde el primer momento.

Las preocupaciones aumentaban, yo di todo por no rendirme, siempre quise que mi paraíso fuera eterno, me sentía muy bien con ellos, sentía que estaba completa. Y si, tenían razón, a veces estaba cansada, a veces tenía dolor, pero siempre valía la pena por ellos. Su amor, sus sonrisas, su cariño y su compañía, su olor, sus voces y sus mimos, no. Me rehusaba a separarme de ellos y sé que ellos de mí.

X

—¿Ya qué más quieres que te diga?

—¿Cómo te sientes con esto, con contarme toda tu vida? ¿Estás lista?

—Supongo…Sólo, ¿puedes hacerme un favor? Tú y yo sabemos de lo que se trata esto, voy a entrar al cielo y voy a descansar y a ser feliz, pero hay algo que no hice.

—Dime. – agregó el ángel.

—Diles que estoy bien, que siempre les voy a agradecer por haberme enseñado lo que es el amor, lo que es tener una familia y que siempre voy a cuidarlos. Diles que no se preocupen por mí porque yo los veo desde aquí y cuando sea el momento, nos volveremos a ver. Que quiero que la felicidad que me dieron, ellos la tengan. Diles que alguien les envió esto con amor.

El ángel asintió y abrió la reja detrás de él. Lizy entró y miró hacia atrás, soltó un ladrido de felicidad y entró al cielo a buscar una nube desde donde se asomaría a ver a sus padres a diario.


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