top of page
Buscar

Como las niñas bonitas.

  • Foto del escritor: Nohemí Fernanda
    Nohemí Fernanda
  • 2 abr 2022
  • 14 Min. de lectura

Actualizado: 11 abr 2022

Nohemí Fernanda.


ree


Destapar una parte de la memoria personal siempre es incómodo. Hasta hace no mucho me había propuesto a escribir algo personal de mí, sobre lo que me había sucedido y sobre mi vida. La verdad no encontraba perspectiva y esperaba no encontrarla, ¿para qué? Estaba segura que muchas cosas me molestaban. En fin, me llamo Arcelia Saavedra, tengo 23 años y esta es mi memoria...

Cualquiera que me conociera sabía que a todo le encontraba y a todo le discutía, me encantaba cuestionarme las cosas y cuestionar a la gente. Disfrutaba de esa incomodidad al intentar justificar sus pensamientos, (aún suele ser así, pero ya no lo admito con tanta facilidad) disfrutaba que la gente me llamara loca inconforme, nadie te va a querer por agresiva, ya deberías ser más mujer. Simplemente por tener una opinión y un cuestionamiento de todo.

El mundo se había dedicado a hacer un manual de la buena mujer y a lo que debíamos responder de acuerdo a nuestra edad y familia, a nuestra economía y educación. Me provocaba mucho conflicto desde niña, que en la escuela me molestaban por tener padres separados. Hasta la fecha sigo sin entender cuál era lo malo de no haber crecido en una familia “normal”, pero ellas siempre se excusaban en que la familia perfecta era la madre con sus hijos.

A través de los años, caí en cuenta de que las mujeres teníamos que cumplir con ciertos estándares, no sólo de belleza, también morales y éticos. Cada mujer tenía que cumplir con saber hacer labores del hogar, cocinar, hablar decentemente, tener un tema de conversación, no tener una opinión de los temas políticos y religiosos y por si fuera poco, como los años ya habían cambiado, tener una carrera profesional y aspirar a tener un trabajo bien pagado.

Hablo desde la perspectiva familiar y mis memorias, muchos pueden o no sentirse identificados con este texto, pero mi objetivo es hacerles saber que yo no cumplí con el manual de la buena mujer y que, si bien he aprendido a abrirme el paso en esta sociedad, yo no cumplo con los estándares requeridos, si quiera para la sociedad actual.

Cuando era niña además de haber pasado por este tipo de comentarios despectivos por no cumplir con la familia perfecta, además me criticaban por los kilos demás que siempre me han caracterizado. Sobre todo notorios en mis cachetes y mis redondeadas piernas, así como el crecimiento abrupto de mis senos a temprana edad, cuando mis compañeritas a penas y sabían lo que era dejar la camiseta y pasar al corpiño. No es una crítica a su fisionomía o al desarrollo de su cuerpo, sin embargo, esta constante reiteración a la importancia del físico ajeno fue el tema de muchos años en mi vida.

Cuando dejé de ser niña y pasé a ser señorita, es decir menstrué, la mayoría de mis compañeras me apartó por ser “extraña” seguro era porque ya había dejado de ser virgen. Lo que me pregunto hasta la fecha es ¿Por qué niñas de 10 años sabían lo que era dejar de ser virgen o dejar de ser “pura”?

En casita, se nos inculcaron los valores de la sociedad, yo pienso que nos los imponen más allá de inculcarnos por educación. La mujer debe ser, la mujer debe hacer, pero siempre deben servir al mundo. Ellas son las que deben saber hacer y además reproducir estos conocimientos. Pensemos por un segundo, ¿Cuántas maestras tuvimos en la educación básica a diferencia de las maestras en la educación media y superior?

La figura de la mujer siempre es vista como la maestra de la vida, la que educa a los hijos propios y ajenos. La que consuela en los problemas emocionales, la que administra las labores del hogar, la chef, la que suma a la economía del hogar, la que le sirve al hombre y cumple con sus deseos sexuales.

Retomando mis vivencias, cuando era niña, siempre tuve problemas por ser esta persona que respondía mal ante lo que no le parecía, la que si intentaban humillarla, agredía física y verbalmente. Sé y me queda más que claro que no era la solución, sin embargo, eran los mecanismos de defensa del momento. Por qué dices tantas groserías, por qué contestas mal, así no se comportan las niñas bonitas.

Nunca fui una niña bonita. Las niñas bonitas siempre jugaban con muñecas, se juntaban entre ellas para ir a hacer la pijamada a casas ajenas, no contestaban mal, no hablaban con groserías, no tenían amigos hombres; pero sobre todo, les gustaban el ballet, el baile, pintarse los labios y los ojos.

No puedo negar que en realidad sí cumplía con muchas de las actividades, pero mi padre no me permitía comportarme como niña bonita. Al llegar borracho y pelear con mi mamá, aprendí que no puedes dejarte al ver a alguien en ese estado. Al crecer, la falta de recursos económicos debido a la ausencia del capital de mi padre, tuve que aprender a lavar, planchar, cocinar, hacer la limpieza, hacer la tarea por mí misma.

A este punto cualquiera puede pensar, que a los 15 años, yo ya cumplía con ser niña bonita, me gradué del manual de la buena mujer, mi hermana a los 18 años, me doblaba la cantidad de labores y además ya laboraba. Éramos el deseo de las abuelas, pero siempre hubo unos inconvenientes, Arcelia es muy grosera, Arcelia hace caras cuando se le exige hacer las cosas, Arcelia no se calla cuando algo le molesta.

Es que las mujeres sabían servir en el mundo cuando dejaban de depender de la madre, cuando ya podían hacerse un huevo y lavar las jergas, pero siempre tuve problemas de comportamiento y lenguaje. Cuando ingresé a la secundaria, me volví más rebelde, supongo que se trata de la pubertad y la adolescencia. Pero tenía muchos problemas porque nuevamente mi físico no cumplía con los estándares sociales, era muy gordita, chichona, sin modales y además vivía enojada con la vida porque me iban a cambiar de escuela.

Dejando de lado el drama existencial de perder a mis amigos y enfrentarme a la novena mudanza. Aprendí que el hombre puede desaparecer de la vida de sus hijos y no será cuestionado. Tenía 12 años, cuando mi madre intentó pedirle el divorcio a mi papá, cuando se le exigió que por ley tendría que dar el 40% de su sueldo para la manutención de sus hijas, desapareció.

Años después me enteré que mi historia no era la única en el mundo y que había casos peores en los que los padres desaparecían por completo desde la infancia. Se prefería no buscar al hombre y mucho menos cuestionar sus razones. Pero después conocí la historia de una madre que viajó a EUA, para poder traer dinero a sus hijos, murió en el camino y todos la juzgaban por haberse preferido ir y condenar su ausencia por supuesto egoísmo.

Dando un salto de 5 años en mi vida, me interesa hablar de la mujer en pareja. Cuando tenía 16-17 años, conocí a primer novio “formal”. La historia de nuestra relación se basa en engaños y mentiras. Julian engañó a su novia conmigo, pero no quiso dejarla, fue ella quien terminó la relación y después él decidió que era buen momento para darme el lugar que había dejado su anterior novia.

Conforme pasaba el tiempo, podíamos notar que las inseguridades estaban a flote, él creía que yo lo engañaba con cualquiera que se me cruzaba y yo también desconfiaba de él. Nos deshicimos de todas nuestras amistades hasta estar seguros de que ya no nos quedaba absolutamente nadie en quien desconfiar. Perdimos tanto tiempo en idas y venidas, que cuando descubrimos, habíamos reprobado un año más en la prepa. (Era mi último año y su cuarto año). Decidí que no sería un parásito y retomaría mis labores, entré a trabajar y entonces comenzaron las inseguridades de nuevo.

Trabajé desde los 15 años como becaria de recursos humanos, siempre volvía en temporada de verano a ayudar a esta empresa de tecnologías de la información. Mucha gente me conocía y esto le molestaba a mi ex novio. Lo engañé cuando me enteré que estaba saliendo con alguien más y que llevaba meses engañándome. En esta toxicidad, me terminó en metro Chabacano, me dijo Eres una puta y jamás vas a cambiar, yo te engañé porque sabía que me lo ibas a hacer a mí, no te mereces nada.

Al otro día llegó a mi casa, no quise abrirle la puerta y cuando lo hice, me azotó contra la pared, me dejó las muñecas moradas de los jaloneos y evidentemente, intenté patearlo, deshacerme de él. Siempre tuve miedo a repetir el fracaso de mis padres, entonces no quería perderlo, sabía que iba a cambiar, porque el amor todo lo puede, el amor cambia a las personas.

En meses después, nos agarrábamos a golpes seguido, nos insultábamos llegando al punto en el que destrozó uno de mis celulares. Recurrí a la terapia, me veían 7 psicólogos, todos me guiaron por el buen camino. Decidí mi carrera, entré a trabajar triplicando mi sueldo en otra empresa y él cayó en drogas y más mentiras. Lo corrieron de su casa y yo quedé entre la espada y la pared, sus padres me preguntaban por él porque él les dijo que estaba conmigo, así sucedió un par de días.

Cuando decidí buscarlo, lo encontré con otra chica, decidí decirle la clase de persona con la que estaba, porque aún me decía que me amaba e iba a cambiar. Decidió ir detrás de mi, llegar a mi casa y amenazarme a mí a mi familia. Durante meses, mi familia iba a dejarme y a recogerme en el trabajo. Mi mamá perdió la confianza en mí cuando se enteró la relación en la que estaba metida y por si fuera poco, mi salud mental estaba más que estropeada, los ataques de ansiedad era el pan de cada día, llorar y llorar sin parar hasta secarme.

Pero después, entré a la universidad y si pensé que las cosas se habían terminado, pues no, el mejor amigo de aquel imbécil, estaba en el mismo turno y en la misma facultad que yo. Las primeras semanas, lo evité y posteriormente decidí enfrentarlo y me dijo Wey yo no sé en qué andaban metidos, pero eras bien tóxica, fuiste su agresora, él te pegó, pero tú también lo agredías a él.

Me alejé de todos y entonces empecé a conocer gente de mi entorno, gente que me ayudó a salir del hoyo en el que estaba y a reconocer que las cosas podían ser diferentes. Aprendí que ser lo que fui no era una condena, que a pesar de que mis traumas me iban a perseguir el resto de mi vida como un fantasma, pero eso no me hacía más ni menos mujer.

En mi estancia durante la adultez, concebí que en la vida todas las mujeres tenemos una historia, igual y la mía hace sentir a alguien identificado.

En conclusión, jamás cumplí con las expectativas de las niñas bonitas, me involucré en muchos problemas y no me rendí. Nunca he tenido el mejor físico, siempre he hecho lo que he querido y he hablado con el vocabulario que se me da la gana. Estudio lo que quiero y tengo opiniones de todos los temas, me encanta armarla de pedo y tener diferencias con todos. Todo esto no quiere decir que yo sepa hacer el que hacer, que no pueda consolar a un infante, que no sepa cocinar.

Aprendí a ser independiente, a ser útil para mí, a ser una niña bonita a mi conveniencia. Pero ¿qué pasó cuando descubrí que mi sexualidad no era de las niñas bonitas?

Cuando tenía 8 años no sabía mucho de la vida, mucho menos lo que me gustaba. Es más, mi mamá solía decirme si algo me gustaba o no. Recuerdo muy bien la primera vez que me topé con las primeras lesbianas que vi conscientemente frente a mí. Iba en el metro con mi familia, cuando en el asiento de frente vi a una chica sentada sobre las piernas de otra, pero no era como una niña sentada en las piernas de un familiar, sino que se miraban con amor y pegaban sus narices una con la de otra, además se hablaban con el típico “mi amor” de todas las parejas. Yo no sabía por qué mi mamá no quería que las mirara, pero siempre me decía “deja de estar de babosa” cuando veía algo indebido durante mucho tiempo. La verdad yo sólo quería ver si se besaban o no, cuando uno es niño y ve algo nuevo, sólo es morboso y quiere ver algo fuera de lo común y para mí era lo más nuevo de la vida y era fascinante.

Supe que había algo malo con la situación anterior, conforme fui creciendo me di cuenta de que a la gente no le gustaba mirar a las parejas del mismo sexo y nunca entendí por qué. Durante unos meses me fui a vivir con una hermana de mi mamá a Chihuahua, sus hijos son aproximadamente 14 y 16 años mayores que yo. Siempre me estaban criticando porque veía una serie donde salía una pareja gay y yo siempre les decía que si ellos tuvieran hijxs gays, no podrían hacer nada, que lo aceptaran y dejaran de molestar. “Bola de jotos”, decía mi primo y de verdad eran discusiones encarnadas porque nuestras mentalidades eran muy diferentes, él tenía 28 años y yo tenía 12 años.

Fue en ese entonces cuando devolví a mi casa y me dispuse a buscar lo que me gustaba y lo que no. Repensé desde esa edad si tenía algo de malo que me llegase a gustar una mujer. Siempre me había relacionado amorosamente con hombres, con pre-pubertos de mi misma edad y es que a eso no le llamas vida amorosa, pero eran mis noviecitos de manita sudada. Recuerdo que hacía de todo por intentar relacionarme con una mujer, no más pa’ ver qué se siente y si se sentía mal, a lo mejor iba a entender a los demás.

A esa misma edad conocí a 4 mujeres que, si bien ya no hablamos, no sabía cuánto iban a marcar mi vida. Karla, Karen, Jennifer y Ana, eran una relación bastante extraña y en ese momento no lo entendía, pero Karen estaba enamorada de Jennifer, al igual que Ana, pero Karla estaba enamorada de Karen y muy celosa de su amistad con Jennifer. Eran dos años mayores que yo y nos hicimos muy amigas porque nuestra secundaria tenía 18 alumnos en total.

Un día Karen me contó que estaba en su casa con Jennifer y se besaron, yo pregunté todos los detalles y me dijo que había sido muy dulce, como un sueño. Me estaban confirmando que no había nada de malo con las relaciones entre mujeres y cada vez me causaba más curiosidad saber cómo se sentía. Entonces veía a Ana hablar con Jenny e intentaba coquetearle, le regalaba cartas, le daba detalles y siempre intentaba cambiar lo malo con ella, sólo porque eran cosas que Jenny veía mal. Karla por su parte era más agresiva con Karen, la abrazaba y se acercaba mucho a su rostro como si intentara besarla en cada oportunidad, obviamente no sucedía y esto le molestaba mucho, de hecho, llegué a escuchar que una vez golpeó a Jennifer porque ella alejaba a Karen de su afecto.

No entendía absolutamente nada de los conflictos amorosos de ese grupo, sólo pensaba que era igual que los conflictos que una pareja “heterogénea”, como solía decir porque no conocía el término heterosexual. ¿Cuál era el problema si se querían y no le hacían daño a nadie? ¿Por qué siempre decían que era grotesco ver a dos mujeres besándose o a dos hombres tomados de la mano?

Entonces llegó el día en que estaba jugando “verdad o reto”, con otras amigas de esa misma escuela y me retaron a besar a una chica, estaba muy nerviosa, podía salir mal y podía ser que todo lo que me habían dicho era verdad ¿Cómo podría ser posible? Y sucedió. Me besé con una mujer y no fue dulce y no fue mágico, había besado a una persona más. Me decepcioné.

No obstante a mi experiencia anterior, seguí buscando una experiencia como la de las chicas del metro o como la de Karen y Jennifer, pero nunca la encontraba, no encontraba la oportunidad de que me gustara una niña y la verdad es que me desarrollé en esa generación en donde nos educaban para competir con otras mujeres, no para admirarlas por lo que son y como son.

Ingresé a otra secundaria y para este punto, alguien debe de preguntarse por qué no recurrí a un adulto o a un psicólogo a decirle mis malestares o curiosidades, pero siempre pensé en que todos los adultos eran como mi primo y no querían que se enteraran de que estaba buscando besarme con una chica para encontrar la magia. Era ilógico. Me sentía desubicada e inestable, pero siempre segura de que quería experimentar lo que ya había visto y oído.

Seguí teniendo noviecitos y en la secundaria conocí a una joven menor que yo, mantendré su nombre oculto porque aún tengo miedo de que se entere de que era mi amor platónico. Era unos meses menor a mí, iba en otro salón y yo sólo podía ver lo bonita que era y jamás me acerqué a hablar con ella, de hecho, me parecía un poco retraída para mi tosca personalidad. Nunca me caractericé por ser un amor de persona y mucho menos por ser alguien tierna y femenina. No intenté nada, ni siquiera hablarle para ser su amiga, no se lo dije a nadie y lo dejé pasar.

Murió ese deseo por saber si sentía algo mágico por una chica, hasta que un día cuando tenía 16 años, descubrí que a las adolescentes de mi preparatoria les gustaba besarse entre ellas mismas y lo experimenté, con mi mejor amiga, con su amiga, con la amiga de esa amiga, con mis otras amigas, pero no sentí algo mágico. No quiero que se malentienda, era placentero, pero no tenía esa chispa de amor, después me pseudo-enamoré de un imbécil y mi mejor amiga se catalogaba como bisexual, aun no creo que ella sepa lo que se siente serlo, pero se besaba con mujeres y hombres, eso era suficientemente convincente para mí y al parecer para todo el mundo.

En este trance entre el último año y mi cuarto año de preparatoria, conocí una chica y juro que me gustaba más de lo que me había gustado cualquier ser humano en esta tierra, pero jamás me hizo caso, jamás pude darle un beso y ella salía con una odiosa chica que, por supuesto, notó que me gustaba su chica y le caía de la patada. Lo más cercano que tuve a un encuentro con una chica, fue en una fiesta en que me puse muy borracha y le dije que me gustaba, sólo me miró con ternura y me dio unos cheetos para obligarme a vomitar. Había fulminado mi vida amorosa con esa mujer o cualquier oportunidad de verme como algo más que una mala copa. Patética.

Tuve un trance muy heterosexual, hasta mi entrada a la universidad. Ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras, probablemente era una señal del universo, supe que pertenecía ahí cuando conocí a la gente con quien me empecé a relacionar, conocí las relaciones abiertas y las vinculaciones afectivas sin etiquetas. Salía con un chico al que también le gustaban los chicos y las chicas, salí con un chico que en la fiesta se besaba a puros hombres y entonces, conocí a una chica que cambió mi forma de ver el mundo.

Se describía como bisexual, pero ahora tiene una relación muy bonita con una mujer y ahora se denomina lesbofeminista. Cuando la conocí, ambas éramos muy inestables, teníamos muchas inseguridades por nuestras anteriores parejas y sobre todo porque ninguna les había dicho a sus familias que estaba saliendo con una chica. Aunque mis amigxs me veían estar con ella, el problema era que no estábamos listas para una relación y aunque nos queríamos mucho, sólo hablábamos por mensajes.

Un día me invitó a salir, lo recuerdo bien, un 20 de diciembre de 2019. Fuimos a la cineteca a comprar los boletos y luego fuimos a platicar a una pulquería, el plan era volver a ver la película, pero nos quedamos ahí hablando hasta tarde, me sentía feliz y sentí esa magia cuando ni siquiera la había besado, supe que estaba sintiendo algo y entonces en la entrada del metro me dijo “¿me vas a besar o qué?” y lo hicimos, nos besamos, nos besamos y nos besamos. Me tomó de la mano y sentí esa magia que hasta podía flotar, sentí amor.

Igual no salió bien, estábamos hechas un desastre, ella sentía cosas por su ex novio y yo no estaba lista para salir del clóset. Me sentí abrumada y presionada, aunque me sentía bien con ella, sentía que no me quería como yo la quería. La realidad era que nos queríamos mucho, pero no supimos qué hacer con ello o hacia donde encaminarlo, entonces lo dejamos ir. Ahora ya no somos amigas, ni tenemos relación alguna, pero me dio la lección más grande de mi vida.

Durante ese tiempo en mi vida que tanto había buscado la magia, una infinita búsqueda de la pareja perfecta y comprendí que no tenía que ser hombre, que no tenía que ser mujer. Entendí que el amor es la magia y agradezco haberlo encontrado alguna vez en alguien que me hizo mucho bien y espero que todo ese bien se le retribuya en magia infinita.

En cuanto a mí, aprendí a definirme o identificarme como bisexual. A experimentar mi vida con la responsabilidad afectiva correspondiente y que si alguien me gusta es por esencia y no por su género o sexo, que si me enamoro será de quien deba ser y será mágico. Si me preguntan, sí, esta es mi declaración bisexual recién salida del clóset y nunca antes me sentí tan liberada y tan mágica como me siento hoy. Como la niña bonita tan anhelada y hoy por fin alcanzada.

Comentarios


¿Necesitas decir algo?

Gatito garabato

Comenta aquí (:

dando corazón

© 2022 Nohemí Fernanda CDMX

bottom of page